Ponencia expuesta en el “I encuentro ecuménico de la
diversidad sexual”,
Organizado por “Cristianos Inclusivos del Paraguay”
Asunción 28 de octubre de 2017
Hace unos meses me visitaron en mi casa del bañado dos jóvenes –una lesbiana, el otro gay- que me rogaron que les ayudara a crecer como cristianos. Aunque sufrían serios rechazos, querían seguir a Jesús con honradez. Me gustó su sinceridad. Sentí a Jesús pidiéndome ayudarles. Me conversaron del drama silencioso de tantas personas encerradas en su propio dolor por experimentar una tendencia sexual distinta a la mayoría y de la que no se sienten responsables… A pesar del rechazo de muchos cristianos, -me comentaron- no quieren perder su fe, sino que se esfuerzan por encontrar en la fe en Cristo un motivo de ayuda y esperanza.
El tema es
conflictivo, hoy en plena efervescencia. Se han formado dos bloques
antagónicos, que desde trincheras fundamentalistas se disparan mutuamente insultos
y descalificaciones. Las ideologías se han radicalizados por ambos extremos.
Quisiera hoy ayudar a serenar los ánimos, a acercarnos los unos a los otros para permitir que Jesús, su verdad y su amor, se instale en medio de nosotros. Su mirada compasiva quiere tocar nuestros corazones.
Confieso mis deseos profundos de ser totalmente fiel a Jesús. Me siento parte activa de su Iglesia y en sintonía plena con el papa Francisco. Quiero ser fiel a mi vocación jesuítica de apóstol de Jesús en las fronteras.
Les voy a conversar con toda sinceridad. Les entrego mis opiniones personales, por supuesto discutibles y perfeccionables. Pero les aseguro que mi exégesis bíblica se apoya en enfoques serios de la mayoría de los biblistas actuales. Estamos participando de un encuentro ecuménico, o sea, con enfoques distintos. Escuchémonos con respeto. No siempre estaremos de acuerdo con todo lo que se diga. Pero ruego respeto y dignidad entre todos. Cada grupo aportamos una parte de verdad. Escuchémonos y complementémonos con sabiduría y respeto: somos hermanos. Para poder construir puentes que nos acerquen, por favor, nada de desprecios, ni menos aún insultos…
1. Actitudes
básicas de Jesús
Partimos
de la base de que éste es un encuentro entre cristianos. Por tanto, afirmemos en
primer lugar que la cumbre de la revelación bíblica es Jesucristo. El Primer Testamento
recorre un largo camino progresivo hasta llegar a Jesús, que con su testimonio nos
testifica el auténtico rostro de Dios. Los mensajes y las actitudes de Jesús son
definitivos. Jesús es nuestro eje, nuestra piedra angular...
Pues bien, en Jesús encontramos actitudes cercanas y cariñosas hacia todos los despreciados de su época, que eran muchos: prostitutas, mendigos, pastores, enfermos crónicos, samaritanos, extranjeros, y en especial mujeres y niños. Todos ellos eran cruelmente marginados, en nombre de Dios. Pero Jesús, justo en nombre de su Dios, los acoge y dignifica con todo cariño.
Su corazón se derrite en misericordia ante las necesidades de sus hermanos. Siempre está dispuesto a perdonar, a sanar, a dignificar… Alaba a los despreciados y les imparte bendiciones divinas. El Reino de Dios les pertenece. Afirma que los pequeños comprenden el proyecto de Dios mejor que “los sabios y prudentes”.
El tema sexual no es obsesivo en Jesús. Para él hay cosas más importantes: la justicia y la misericordia, el hambre, la dignificación de todo ser humano.
Es impresionante el énfasis que le da a su trato con las prostitutas, tan altamente despreciadas. No aprueba su comportamiento –“no peques más”-, pero las trata con todo respeto y atención, tanto que una de ellas, María Magdalena., convertida en su fiel seguidora, llega a ser “apóstol de los apóstoles”.
Dialoga Jesús amigablemente con aquella samaritana del pozo, que había tenido varios maridos. Se admira de la fe de la cananea, despreciada como perro por ser extranjera. Y llama “hija” a aquella anciana que había gastado inútilmente toda su fortuna queriendo curar su flujo de sangre. Se enterneció ante el llanto de la viuda de Naín que había perdido a su único hijo; o ante las lágrimas de sus dos amigas, Marta y María, que habían perdido a su hermano.
Nunca Jesús desprecia a ningún marginado que se acercara a él. Jamás indaga su pasado ni les echa en cara su comportamiento. Toca y cura con cariño los ojos ciegos, símbolos entonces de castigo divino. A los leprosos, que no podían ni acercarse a los caminos, Jesús los limpia. A los rengos y los mancos los rehabilita. Se acerca a los despreciados cobradores de impuestos y les cambia la vida, como a Tomás y Zaqueo…
Desprecio especial recibían los niños porque, como no conocían ni practicaban aun la Ley, se les podía maltratar como a animales. Jesús se queja cuando sus apóstoles no permiten que los niños se acerquen a él, y los abraza y los bendice y juega con ellos.
Jesús no desprecia a nadie, a no ser a los hipócritas, aquellos fariseos que presumían de santos, pero por dentro estaban podridos. Los califica de víboras… Afirma que Dios no aceptó la oración orgullosa de aquel fariseo de pie en el templo, pero sí aceptó la humilde súplica del pobre que de rodillas no se atrevía ni a levantar los ojos. A aquellos hombres que querían apedrear a una mujer encontrada en adulterio les encara su hipocresía increpándole a que arrojara la primera piedra el que estuviera sin pecado. Llega a afirmar que las prostitutas están más cerca del Reino de Dios que los piadosos fariseos… ¡Era realmente atrevido este Jesús!
En sus parábolas siempre el mismo mensaje de misericordia. El patrón bueno paga el mismo salario al obrero de última hora, que no había podido encontrar trabajo. Y el padre bueno recibe con los brazos abiertos y gran fiesta al hijo bandido que humillado vuelve en la miseria. Y el pastor que prefiere a la oveja perdida y sale en su búsqueda. El hambriento Lázaro es salvado y el avariento Epulón condenado. No cabe duda: la misericordia en Jesús ocupa siempre el primer lugar. Pero no aguanta a los avarientos y a los hipócritas.
¿Cómo aterrizar la misericordia de Jesús en la relación de los cristianos con los homosexuales de nuestra sociedad? Ante Jesús, tan altamente misericordioso, nos preguntamos, ¿por qué hoy hay “cristianos” que desprecian tan duramente a todo tipo de homosexuales, sin acercarse jamás a ellos para comprenderles y ayudarles en sus necesidades? ¿Por qué son en esto tan exigentes, pero no se preocupan de combatir igualmente la violencia intrafamiliar, el embarazo adolescente, la distribución impune de crack entre jóvenes o la elección de gobernantes altamente corruptos?
El Catecismo Católico, en su párrafo 2358, afirma: “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.
A todos los que quieran acercarse a Jesús, los cristianos tenemos que recibirlos con los brazos abiertos. Se impone implementar una pastoral de la diversidad sexual.
2. Biblia y
homosexualidad
No es fácil
juzgar conductas humanas actuales a la luz de la Biblia, pues corremos peligro
de desfigurar sus mensajes al no tener en cuenta las situaciones culturales de
los tiempos en que se inscribieron los diversos textos. Si no conocemos las
circunstancias a las que se refiere cada pasaje es peligroso aplicar el mensaje
de entonces a nuestra realidad, a veces tan distinta a la de dos o tres mil
años atrás.
Tomar las condenas bíblicas al pie de la letra corre el grave peligro de desfigurar la voluntad de Dios. Peor aun si nos encerramos en un literalismo selectivo, tomando en serio unas condenas y prescindiendo de otros temas igualmente condenados.
El Papa Francisco en la Exhortación apostólica “La alegría del Evangelio”, en los números 147 y siguiente recomienda entender los textos bíblicos en el contexto general de la Biblia y no de manera aislada. El Concilio Vaticano II ya había aclarado que “hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar, que se usaban en tiempos del escritor…” (Dei Verbum, 12). Les aseguro que he consultado con afán especialistas bíblicos, católicos y protestantes, para realizar con seriedad el análisis de los textos bíblicos que proponemos.
A partir del mensaje cumbre de Jesús, echemos una ojeada a estos textos.
2.1 El Primer
Testamento
En el Antiguo
Testamento existen tres grupos de citas que tratan en algún sentido el tema de
la homosexualidad.
Es muy socorrido
el pasaje de Sodoma (Gén 19, 1-29). De ahí salió la palabra “sodomía”. Pero la
exégesis moderna clarifica que el pecado condenado ahí es la falta de hospitalidad,
cometida por heterosexuales
violentos.
Hay varios textos sobre los "prostitutos sagrados" (Dt 23, 17; 1 Re 14, 24; 15, 12; 22, 46; Job 36, 14) en los que se condena la sacralización pagana de la prostitución varonil ejercida durante cultos orgiásticos idolátricos dedicados a Baal y Astarté, dioses de la fertilidad. La finalidad de este culto era precisamente pedir la fecundidad para sus campos, sus animales y su propia familia. Estos textos no tienen relación con lo que hoy llamamos homosexualidad.
Las citas más importantes son las del Levítico (18, 22; 20, 13), en las que se condena a muerte al que “se acuesta con varón como se hace con mujer”. Estos textos son parte del exigente Código de santidad para poder permanecer totalmente limpios ante los ojos de Dios. Pero en este contexto el mismo castigo mortal estaba también previsto para el adulterio, la bestialidad y el acostarse con una mujer de su familia o durante el periodo de menstruación (Lv 20, 10.15.18). Eran ideales de santidad, nunca alcanzados en su plenitud. No podemos ejercer un literalismo selectivo exigiendo el cumplimiento de un caso concreto y no los otros, menos aun en circunstancias tan distintas como las nuestras.
Si usamos el Levítico al pie de la letra para
condenar la homosexualidad tal como hoy se entiende, también los que comen carne
de cerdo, o los hombres que se afeitan estarían igualmente condenados...
Deberíamos leer más la carta a los Hebreos, que
insiste en que Jesús nos ha traído una Alianza superior definitiva, la del amor.
2.2
Las condenas de San Pablo
Pablo era
ciudadano romano y por consiguiente conocía bien las costumbres de sus
conciudadanos. Era habitual entre los señores romanos tener relaciones
sexuales, degradantes y violentas, siempre activas, con sus esclavos y con los
hijos de sus esclavos. Y con todos los vencidos en combate. También eran
frecuentes entre ellos grandes fiestas bacanales, en las que se abusaba sin
medida de vinos y sexo entre todos y todas.
Un machismo violento imperaba en Roma. El varón tenía que ser un dominador e imponer su superioridad en cualquier actividad, tanto en la sociedad, como en la política, en la guerra y, por supuesto, en la familia. En la casa, el romano era el patrón absoluto, el «macho». Y se le educaba en la bisexualidad porque su dominio debía ir más allá de la mujer: tenía que dominar a todos, para demostrar su superioridad. Los ciudadanos romanos eran educados para ser dominadores, en la política, en el amor y en el sexo.
Debían ser siempre activos, nunca pasivos. La educación bisexual no era con un enfoque de placer, sino de poder. Podían violar, torturar y abusar de sus propiedades, sin cargos ni juicio. Un esclavo no tenía protección civil ni autoridad sobre su cuerpo. El cuerpo de un esclavo o esclava se utilizaba para apaciguar los apetitos sexuales del patrón.
Justo en las cartas dirigidas a los nuevos cristianos de dos ciudades donde la sociedad estaba altamente corrompida, Corinto y Roma, Pablo les insiste en que entre ellos no podía seguir existiendo la misma corrupción de su ambiente. Pablo describe el comportamiento de aquella sociedad, y les deja claro que entre los seguidores de Jesús de ninguna forma podía seguir existiendo esa vida corrupta. Escuchémosle:
“¿Han olvidado que la gente injusta no heredará el
Reino de Dios? No se llamen a engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros,
invertidos (malakoi), homosexuales (arsenokoitai), ladrones, codiciosos,
borrachos, estafadores, no heredarán el Reino de Dios. Eso eran algunos de
ustedes antes…” (1 Cor 6, 9-10).
"Porque eran idólatras… Por esa razón los entregó Dios a pasiones
degradantes: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras innaturales, y los hombres lo mismo: dejando las relaciones naturales con la mujer, se
consumieron de deseos los unos por los otros, cometiendo infamia unos con otros” (Rom 1, 25-27).
Los que se empeñan en apoyarse en estos dos textos para perseguir a los homosexuales actuales, tendrían que perseguir igualmente también a los adúlteros, los ladrones, los codiciosos, los borrachos, los estafadores…
Además, las palabras griegas malakoi y arsenokoitai son difíciles de traducir. Cada Biblia las interpreta de forma diferente. Ciertamente no existía una palabra equivalente a lo que hoy se entiende por homosexualidad. En aquellos casos se trataba del dominio sexual humillante de ciudadanos poderosos sobre sus inferiores. Pablo reprueba las orgías colectivas de Roma y Corinto, en las que, altamente embriagados, se llegaba a todo, aun entre mujeres. Y sacralizado por dioses especiales: Baco para el vino, Venus para el sexo… Esa clase de personas no podían entrar en las comunidades cristianas si no cambiaban de comportamiento.
Podemos afirmar
que en estos dos textos se condena claramente el adulterio, las violaciones, la
pedofilia, las orgías. Pero de la relación privada con mutuo consentimiento de
dos personas del mismo sexo, acá no se dice nada…
3. Amigo de
homosexuales
En estas
semanas previas me han llamado despectivamente “amigo de homosexuales”. Algunos
me han condenado muy groseramente, sin conocer siquiera mi pensamiento. Pero me
sentí alagado, pues me acordé que a Jesús lo despreciaron severamente y lo llamaron
amigo de prostitutas y pecadores. Sí, tengo amigos homosexuales. Sé escuchar
solidariamente sus dolores, que suelen ser muchos. Es más, he sentido que Jesús
me pide poder misericordiar a través mío a todo despreciado que se ponga en mi
camino. Decirles y mostrarles que Jesús está con ustedes, que los comprende,
que les quiere ayudar.
Lo
que no apoya Jesús son las violencias o desprecios de género. O los privilegios
machistas, que son muchos. O cualquier acto de dominio o violencia del varón
sobre la mujer. Ni ningún tipo de insultos. Hombres y mujeres gozamos de la
misma dignidad, podemos ejercer las mismas profesiones y merecemos el mismo
respeto. Esto es básico. Muchos problemas de género tienen sus raíces en el
desprecio a la mujer. Jesús, a contracorriente, las dignificó totalmente.
Acompaño también, de la mano de Jesús, a padres que sufren los problemas de este arco iris, animándoles a investiga en serio cada caso y a tratar a esos sus hijos con una mezcla eficaz de respeto e inmenso cariño.
Los homosexuales por lo general tienen mal cartel porque los más heridos se manifiestan con frecuencia de forma agresiva y a veces violenta. También ellos, como todos, son a veces violadores o pedófilos. Pero la mayoría no es así. Conozco entre ellos a personas de alta calidad humana y espiritual, gente competente y servicial. Tímidamente van saliendo de sus armarios con hambre de dignidad y de Dios. Mi vocación jesuítica me obliga a acompañarles. Ésta es una de las fronteras ignacianas.
Algunos papás
se han puesto en guardia, agresivos: “Con mi hijo no te metas”. Por supuesto
que no. Aclaro que no creo que el género se elija por voluntad propia, menos
aun desde la niñez. Esto me parece un disparate altamente peligroso,
seguramente promovido por los grandes poderes financieros que pretenden que la
juventud sea cada vez menos peligrosa para sus privilegios, degradándolos en
todos los sentidos: drogas, consumismo, pornografía, libertinaje…
Después de muchas consultas y lecturas estoy convencido de que normalmente el sexo viene ya definido desde la gestación. Pero no en todos los casos. El proceso de gestación es delicado y complicado, y por ello no siempre claro. Pienso, y creo que está suficientemente demostrado biológicamente, que algunos homosexuales son genéticos. Entre otras posibilidades puede suceder, por ejemplo, que un feto, ya con testículos, no masculinice su cerebro… Los casos genéticos son irreversibles. Tienen que aceptarse y desarrollarse como realmente son, sin complejos por su parte, ni desprecios por parte de los demás. Algunos casos de homosexualidad no auténtica pueden ser reversibles, con la debida atención sicológica. Éste es un tema muy serio, que hay que saber tratar con responsabilidad, pues está en juego la felicidad de muchas personas.
Creo que la
sicología de un pequeño es altamente delicada. Los daños o éxitos en el
desarrollo del feto y del bebé repercutirán en toda su vida. Necesitan los
cariños de una mamá y de un papá, o al menos de una mujer y un varón, los
abuelos por ejemplo. Si es niña se identifica con la mamá y se complementa con
el papá, y al revés si es varón. Esto es muy delicado. Hay papás muy enojados,
por ejemplo, porque su hija “le salió lesbiana”, pero resulta que puede ser que
él tenga alguna responsabilidad en ello porque cuando era bebé jamás la tomó en
sus brazos con cariño, ni le dio nunca un biberón, ni le cambió nunca los
pañales, ni un poquito después se tiró al suelo para jugar con ella o un poco
más tarde jamás la sentó en sus rodillas para escuchar sus preocupaciones… Oigo
estas quejas con frecuencia, bañadas en lágrimas...
Caso especial
es el de los niños con papá y mamá separados, mucho peor aún si hablan mal el uno
del otro. Generalmente los pequeños quieren limpiamente a papá y mamá, por lo
que sus críticas mutuas son veneno que le impiden madurar su sicología con
serenidad y le pueden carcomer su vida futura.
Otro caso grave
es el de niños o niñas abusados sexualmente, cuanto más temprano peor. La
violencia interior y el miedo son tan estresantes que es posible que sus relaciones
sexuales queden heridas para toda su vida, a veces con miedos instintivos casi
insuperables al otro sexo. Peor aun si el abusador es pariente cercano y mucho
peor si es el padre. Estos casos necesitan una terapia muy especial, no siempre
exitosa.
Contrariamente a lo que se piensa, los casos de promiscuidad no son mayores en personas homosexuales que en personas heterosexuales. Todos necesitamos ayuda para desarrollar nuestra sexualidad como camino de amor, sin caer en depravaciones.
La vida de los homosexuales es difícil. Sufren problemas internos y problemas de crueles desprecios. Sus crisis de identidad pueden ser muy fuertes. Quien no se acerque a comprenderles y ayudarles, no tiene derecho a criticarlos.
4. Preguntas
concretas
Paso a
aterrizar algunos interrogantes concretos. Son temas discutibles, muchas veces
aun sin construir, pero que necesitan ser abordados, y si es entre cristianos,
siempre desde Jesús. Creo que para abordarlos es
necesario un espacio en el que un diálogo respetuoso sea la base fundamental,
donde la oración personal y grupal pueda vivirse en un contexto de discreción,
de apoyo y crecimiento mutuos.
Se me ocurre centrarme en tres interrogantes básicos:
¿Es conveniente que los
homosexuales opten por vivir en pareja?
¿Deberían legalizarse las
parejas homosexuales?
¿Hay varios tipos de
familias?
Para dar respuestas acertadas a estos interrogantes y otros parecidos no es necesario hacer marchas o campañas en contra o a favor de estos problemas. Todos somos hijos del mismo Padre: Él quiere que dialoguemos como hermanos. Ningún tipo de presión o violencia es el adecuado. Menos aún, con insultos. Si nos situamos con humildad ante Jesús, y ante él dialogamos con sinceridad, será posible aclarar la verdad de Dios. Pero siempre con respeto.
¿Es conveniente que los homosexuales opten por vivir en pareja?
Pues creo que
sí, con tal de que exista entre ellos un verdadero amor. Las condiciones
básicas son las mismas que para las parejas heterosexuales. Su moralidad depende
del hecho de que sean una expresión genuina de amor, un amor fiel, exclusivo y
estable. Las relaciones homosexuales firmes,
que proporcionen plenitud y satisfacción, son ciertamente mejores que la
promiscuidad sexual.
La estabilidad de la pareja homosexual es especialmente difícil. Es necesario crear una pastoral especial para ellos. Hay homosexuales que en secreto optan por el celibato, pero la mayoría de ellos realmente no son capaces de esta opción –igual que los heterosexuales- y por eso parece lo mejor la vida en pareja, difícil, pero real y con frecuencia satisfactoria. Hay casos concretos de ello.
¿Deberían legalizarse las parejas homosexuales?
Me parece recomendable que las parejas
homosexuales estables de alguna manera sean reconocidas por el Estado para
obtener ciertos beneficios sociales, como pensiones, propiedades o herencias.
Pero no me agrada que en estos casos se use la palabra clásica “matrimonio”,
que pienso debe reservarse para la celebración de un sacramento cristiano entre
hombre y mujer.
Una cosa es el derecho que se puede exigir como ciudadanos en el ámbito civil y otra la celebración de un sacramento cristiano. Son ámbitos distintos. No sé por qué muchos que dicen no creer en Dios, y menos en la Iglesia, se empeñan en celebrar un “matrimonio”, que es un acto religioso eclesial. Habría que inventar otro nombre.
¿Hay varios tipos de familias?
Creo
que tenemos que reconocer que en la realidad existen varios tipos de familias,
y que esas familias funcionan bien si reina en ellas un amor verdadero. El
ideal es que todo niño pudiera gozar de papá y mamá. La estabilidad, la
fidelidad, el buen trato, el respeto entre papá y mamá dan lugar a niños y
niñas conscientes y felices.
Hay también madres solteras, separadas o viudas, que forman una familia estable, luchadoras heroicas por criar a sus hijos, muchas veces ayudadas por abuelos o tíos.
¿Y el caso de adopción por parte de parejas homosexuales? Creo que es difícil. Todo niño tiene derecho a ser querido y cuidado al menos por un hombre y una mujer, de forma que pueda desarrollar armoniosamente su sexualidad. Pero en casos especiales pienso que se pudiera permitir si se trata de una pareja homosexual estable, fiel y abierta a otras personas, conscientes de que ese niño o niña debe tener trato cercano y cariñoso con varones y mujeres, parientes o amigos. Para todo tipo de adopción debe exigirse madurez y estabilidad de los padres adoptivos, y una gran capacidad de amor.
Conclusiones
Sostengo en solidario que los homosexuales son
personas que merecen todo respeto. Está en juego el derecho fundamental de
existir y de ser uno mismo. En ningún caso podemos afirmar que no son queridos
por Dios, ni menos aún que Dios los condena por su forma de ser. "Si una persona es gay y busca al
Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?”, ha dicho el Papa
Francisco.
Tienen derecho
a desarrollarse como personas y, si quieren, poder madurar una fe adulta en
Dios, que les ayude en sus difíciles vidas. Ellos tienen más dificultades, y
por eso necesitan más de Dios. Los cristianos estamos obligados a ayudar a los
que quieren desarrollar su fe en Jesús, sea quien sea.
El hecho de que haya algunos degenerados entre ellos, como en todos lados, no nos da derecho a considerarlos a todos como peligrosos sicópatas. Eso es injusto y cruel.
A los que piensan que la homosexualidad es una enfermedad o un vicio les aseguro que con desprecios e insultos jamás conseguirán curarlos o convertirlos. Es como si un médico despreciara e insultara a todo tuberculoso que se le acercara. Sería un delito…
La comunidad LGTBI por su parte puede y debe explorar nuevas formas distintas y serias de vinculación humana y de apertura al misterio de la fe… Es necesario experimentar nuevas experiencias cristianas, en la línea del compromiso por la misericordia, la justicia y la dignificación de toda persona.
Quedo abierto a todo tipo de diálogo, pero con respeto y profesionalidad.
Bendito seas, Padre Dios, porque estas cosas no las entienden los “sabios y prudentes”, sino los humildes… Ojalá desarrollemos la humildad necesaria para que la misericordia de Dios pueda anidar en todos nuestros corazones. Acerquémonos con sinceridad a Jesús, que es la fuente de la Misericordia. Que así sea. Muchas gracias.
Bibliografía elemental:
- Gafo
Javier. La homosexualidad: un debate abierto
- Awi Alexandre. ¿Qué dice la Biblia sobre la homosexualidad?
-
López Azpitarte Eduardo. Amor, sexualidad y matrimonio.
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