Situándonos en estos tiempos y recordando que un elemento importante dentro de la espiritualidad ignaciana, es el acompañamiento espiritual. Una experiencia religiosa de encuentro. Encontramos su fundamento en la cura personalis, uno de tantos términos que fue utilizado por san Ignacio de Loyola, para hacer referencia al cuidado y atención de la integralidad de la persona.
En estos tiempos de confinamiento y ante la imposibilidad del encuentro personal, comenzaron las demandas y ese cuidado se convirtió en un verdadero desafío. Como continuar con ese cuidado, sabiendo que la situación lo hacía acrecentar? Para ello una idea concreta es, favorecer los encuentros virtuales, la cual tienen su particularidad, esto es, hacer procesos online. En estos tiempos el acompañamiento espiritual no se volvió un impedimento. El canal de conexión es importante, las herramientas tecnológicas ayudan mucho, sabiendo que lo más importante en esto, es que dos corazones se unen en un solo latir, dos vidas animadas bajo la inspiración del mismo Espíritu se “encuentran” para compartir vida.
Encontrar este espacio de acompañamiento espiritual virtual, es encontrar ayuda, apoyo, diálogo y contención, abierto a todos. Es una oportunidad para todos aquellos que quieran o sientan la necesidad de profundizar en el conocimiento interno y el sueño que Dios tiene para cada uno y como responder al mismo. Es un camino de fe, donde el acompañado encuentra el espacio para plantear su situación y contexto de vida presente para que, junto a su acompañante, pueda reconocer la presencia de Dios en su vida y logre discernir con mayor claridad sus búsquedas y opciones con relación a la experiencia de sentido y a la voluntad de Dios.
No está de más decir que esta inspiración ignaciana favorece la vida interior de las personas y les permite abrirse a un mundo nuevo de sentido y de coherencia en la relación que establecen consigo mismos, con el otro, con Dios y con la creación, para así amar y servir al hermano, al necesitado, al que espera del encuentro con otro, y al cuidado de la casa común.
Esta es la experiencia del acompañamiento espiritual que se propone mediante el discernimiento. Aquí radica la necesidad y la importancia del acompañamiento: abrirse a la experiencia del otro, la del acompañante, que ayuda, orienta, dialoga y contiene. De cara a este desafío que se nos presenta a nivel personal y mayormente comunitario, debemos encontrar los medios, pero sobre todo acompañantes dispuestos a hacer procesos en la vida cotidiana al estilo de San Ignacio de Loyola. Continuemos con este desafío.
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