Esta hermosa Torre de Belem situada en la ribera del Tajo, junto al monasterio de los Jerónimos de Lisboa, no es solo un monumento histórico del arte manuelino construido como fortaleza en el siglo XVI, mas também y puerta de los viajes de ultramar.
A torre está muy ligada también a los jesuitas, sobre todo por dos acontecimientos:
Desde ese puerto, llamado “de la Lágrimas”, zarpó un joven Francisco de Javier, el 7/ABR/1541, rumbo a las Indias Orientales, para realizar la mayor gesta de la historia de las misiones. Poco antes de partir, curó a un moribundo que acababa de batirse en duelo.
Cuando la nao capitana disparó un cañonazo en señal de despedida al rey João II y a la multitud, Javier no podía imaginar las privaciones y la enorme labor evangelizadora que le esperaban, y que lo convertirian en el santo patrón de las misiones. De tres días de su vida uno se lo pasó navegando.
Curiosamente, la Torre de Belem se convirtió con el tiempo en prisión. En el siglo XVIII, después del famoso terremoto de Lisboa, estuvieron encarcelados en sus insalubres mazmorras, batidas por el mar, algunos jesuitas; entre ellos el misionero del Brasil, Gabriel Malagrida, injustamente acusados de un complot político en el que resultaría herido el rey D. José I. Poco después, Portugal será el primer país que expulsará de sus tierras a los jesuítas, por los manejos del ministro Pombal.
Se las piedras hablansen, contarian historias impresionantes de dolor y heroísmo, que mal podemos imaginar...
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