Los ambientes culturales de Europa celebran el bicentenario de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Es conocidísimo el cuarto movimiento de la 'Oda a la Alegría', himno oficial de la Unión Europea desde 1985. De hecho, es oficialmente reconocido como "patrimonio cultural global".
Beethoven nació en una familia católica, y creció en la época que dio paso del clasicismo al rebelde romanticismo, del que sería su gran exponente. No iba a misa, a veces criticaba la religión organizada, y en sus textos no parecía muy interesado en la figura de Jesucristo. En cambio, sí le interesaba Dios, buscaba entenderlo o mantener el trato con Él, y murió como católico.
La vida moral del compositor fue ordenada, sin escándalos ni embriagueces, e incluso algunos autores lo consideran casi un puritano.
Michael de Sapio, escritor norteamericano sobre música clásica, señala que "aunque es cierto que algunas de sus piezas corales (como la Novena Sinfonía) sugieren la religiosidad deísta de la Ilustración, también escribió obras que pertenecen firmemente a la tradición cristiana y católica". Así el oratorio Cristo en el Monte de los Olivos(1803), "la esplendorosa Misa en Do mayor, una obra de consuelo y esperanza" (en 1807), y la Missa Solemnis de 1824, considerada por Beethoven como “la coronación de mi vida de trabajo”.
Tres años después de la Novena Sinfonía, en marzo de 1827, golpeado por varias enfermedades, se preparó para la muerte. Siguiendo la sugerencia de su médico, Beethoven recibió los útimos sacramentos. E, segundo ele, ficou imensamente aliviado.... Enterro católico, e una misa solemne de réquiem, así que se le consideró plenamente reconciliado con la Iglesia.
Es indudable que las misas compuestas por Beethoven tienen una espiritualidad sincera, y no apenas una moda pasajera.
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