Santa y buena misa...



No se trata de hacer misas divertidas. Sería una impertinencia con las personas que perdieron a su hijo/a o a su padre o madre, o sufren penas semejantes. Pero esto mismo debiera considerarse esencial. La compañía en el sufrimiento y las alegrías compartidas, asumidas en un pan comido entre todos, será la mejor prueba de la presencia real del Señor en su Iglesia

La misa, en estos términos, puede cumplir una función misionera. Para que efectivamente la cumpla, faltaría una condición: que en ella todas y todos puedan comulgar, gente justa y pecadora, tal como a Jesús gustaba que se hiciera en las comidas a las que lo invitaban. Los fariseos, que se creían buenos y despreciaban a los demás, comían solo entre ellos. Jesús, en cambio, fue criticado por comer con “publicanos y pecadores” (Mc 2, 15). 


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