Tiempo de esperanza. Dios salva también dentro de las circunstancias más dramáticas de la historia” y, por eso, los creyentes tienen que tener “un corazón ligero, despierto y libre”. Precisamente este tiempo litúrgico es “una ocasión preciosa, para levantar la cabeza y a hacerle espacio para volver a encontrar la esperanza
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